Vidas anónimas en el aeropuerto
Es curiosa la vida en el aeropuerto, es un ir y venir continuo de cabezas, todos como hormigas en busca de su casa. Se marcan trayectorias en el cielo que se cruzan pero que no se llegan ni a rozar. Destinos, salidas, llegadas, retrasos, listos para embarcar, órdenes, indicaciones, facturación, consignas, esperas, ilusiones, nervios, rutina...es como la vida misma, ¿no?
Bajo mi libro y oriento mi vista hacia el tumulto, las caras...es extraño que exista tanta gente en el planeta, ¿o sólo me parece a mí? Todos con sus particulares vidas, creyendo que comprenden el por qué de la existencia o viviendo sin plantearse nada más que una buena copa y una bella mujer al lado...Veo a un niño (repelente) con el que etiqueto como su "padre" gritando un pesado "nooooooo, yo lo quierooooooooooo" (dios, los odio); veo a una mujer elegante, segura de sí misma, o eso cree, que mira al resto de personas con aires de superioridad; veo a dos rabinos concentrados en una discusión parsimoniosa de quién sabe qué tema; veo a un grupito de inglesas cuyo criterio sobre ropa ajustada y chillona se resume en un "cuanto más, mejor";...en fin, veo a un sin fin de gente pululando por la sala de espera de la puerta de embarque. Quién sabe cuántas vidas se cruzan hoy en el aeropuerto sin dirigirse la mirada, y más tarde sus vidas se entrelazarán de otra forma muy distinta...Permanecemos anónimos hasta el día del encuentro...
- ¡Ey! ¿Bajas? - me pregunta Carmen despertándome de mi improductiva reflexión, que trae un par de vasos con café en sus manos - Toma.
- ¿Qué? ¿Bajar a dónde?
- A la Tierra, ¿en qué estabas pensando?
- ¡Ah! jejejeje...pues ¡en que este asiento se me está clavando en el culo!